HISTORIA DEL PERÚ EN 15 OBRAS(1ra Parte)
- KAPCHIY Portal cultural
- 31 may 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 28 jun 2020
Muchos aún no conocemos que hay detrás de las pinturas antiguas, que aquejaban en esas épocas, por qué denunciaban ciertas conductas. Explicaremos un poco más para aprender el por qué y cómo fue.

EL ARTE COMO REPRESENTACIÓN DE UNA ÉPOCA
Para realizar esta selección pictórica, convocamos a los curadores Ricardo Kusunoki y Carlo Trivelli. Kusunoki es curador de arte colonial del Museo de Arte de Lima (MALI), y Trivelli, profesor del Centro de la Imagen y ex editor de Luces, de El Comercio.
Ellos nos dicen que toda selección es arbitraria. Por un lado, y felizmente para el arte peruano, hay demasiados cuadros, demasiados artistas de dónde elegir y, por eso, los criterios de selección pueden ser muchos. Sin embargo, más allá de los criterios estéticos, que tuvieron, decidieron realizar una selección teniendo en cuenta “la importancia para el país de los temas abordados en los cuadros, en el momento específico en el que fueron pintados”, es decir, el arte como la representación de una época. Aquí su selección en orden cronológico.
1. La última cena.Una obra de Marcos Zapata, que se exhibe en la Catedral del Cusco. Zapata es un pintor cusqueño del siglo XVIII (1710-1773), y perteneció a la Escuela Cusqueña que, para entonces, ya se había consolidado como baluarte artístico. Podemos ver a la pintura como el encuentro de dos culturas, pues se observan detalles del sincretismo y de la convivencia cultural. Judas, que es el único de los personajes que mira al espectador, tiene piel oscura. La escena puede ser vista como una aceptación o denuncia sobre el racismo, pues todos los demás son blancos, pero el traidor, Judas, cobrizo. En el cuadro aparecen, además, escenas de la Estrella de Belén y La Crucifixión, es decir, una mezcla de tiempos que habla de la concepción barroca de la Escuela Cusqueña. Por otro lado, lo servido es, para algunos, cuy; para otros, vizcacha. Sea cual fuese el animal, ambos son autóctonos. Por todos estos elementos, La última cena,nos habla del mestizaje, del sincretismo cultural.

2. Doña Manuela Tupa Amaro. Esta pinturase exhibe en el Museo de Arte de Lima. A fines del siglo XVIII, a raíz de la revolución de Túpac Amaru II, hubo una purga de imágenes con personajes del pasado incaico o con nobles mestizos, pero este cuadro sobrevivió pues la tela se ocultó debajo de una imagen del Señor de los Temblores. Fue rescatado primero, en los años 70 y, definitivamente, en 2015 gracias al trabajo del MALI.
3. El Matrimonio de la Ñusta. Pintura anónima de la época colonial. El cuadro se exhibe en el Museo Pedro de Osma, y se presentó en el Museo del Prado como pretexto de la participación del Perú en ARCO, la feria de arte madrileña que tuvo este año al Perú como invitado. La obra muestra varias escenas. 1. El matrimonio entre Beatriz Ñusta, nieta de Manco Inca, con Martín García de Loyola, sobrino-nieto de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, la orden de los Jesuitas. 2. El matrimonio de la hija de ambos, Ana María Lorenza de Loyola, con Juan Enriquez de Borja, descendiente de San Francisco de Borja, otra figura importante de los jesuitas casándose con una noble inca. El cuadro tiene clara intenciones políticas más aún en una época de resistencia frente a las Reformas Borbónicas.

4. José Olaya. Pintura Gil de Castro quien fue un pintor mulato que nació a fines del siglo XVIII. Fue “el cronista de la Independencia”, pues, al inicio, pintó a nobles españoles y, luego, a las principales figuras independentistas. José Olaya es el único de sus retratados que es plebeyo (un pescador indígena), sin rango militar ni alcurnia, nuestro primer héroe nacional, y es presentado casi como un santo laico. Refleja el cambio del orden político que se vivía por esos años. Detrás de esto, hay un manifiesto de reivindicación del mestizo, de una figura venida del pueblo.
5. Los funerales de Atahualpa. Obra de Luis Montero. Montero es un pintor republicano, y trabajó esta obra, dentro del academicismo, en Florencia entre 1865 y 1867. Es, probablemente, la creación pictórica más ambiciosa del arte peruano durante el siglo XIX. Tuvo proyección internacional, pues se exhibió en Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro y otras ciudades latinoamericanas. Todos los personajes tienen rasgos europeos, incluso las ñustas, pues sus modelos fueron damas florentinas, siendo el único personaje indígena el Inca Atahualpa, porque Montero pudo usar como modelo a un peruano que había fallecido. Otra vez, en el cuadro y sus circunstancias se observa este cruce de culturas. Es emblemática no solo por lo que representa sino porque la pintura tiene una historia en sí misma: por ejemplo, fue botín de guerra durante la Guerra del Pacífico y la recuperó Ricardo Palma. Hoy se exhibe, con toda su imponencia, en el Museo de Arte de Lima.

6. El indio alfarero o El habitante de las cordilleras. También de Francisco Laso, que pertenece a la colección de la Pinacoteca Municipal. Es icónico porque, por primera vez, se muestra a un indígena no convencional, es decir, no a la usanza de la época precolombina, sino del siglo XIX, contemporáneo los días en que Laso lo pintó (1855). Ese año se exhibió en la Exposición Universal de París, otro elemento que da cuenta de su complejidad y relevancia.
7. Las tres razas (La igualdad ante la ley). Del pintor tacneño Francisco Laso (1823-1869), quien fue un precursor del indigenismo. En el cuadro, pintado alrededor de 1859, se ve jugando cartas a tres niños: una mulata, una indígena y un niño blanco. Representa la convivencia entre razas distintas, y la visión crítica del artista sobre el racismo de la época. Por entonces se discutía si el Perú podía ser una nación dada su diversidad étnica. La visión de Laso era integracionista.

8. El Varayoc de Chinchero,de José Sabogal. Sabogal (1888-1956) fue un pintor cajamarquino y uno de los grandes representantes del Indigenismo. Destaca por haberles dado visibilidad y legitimidad a los pobladores andinos.El Varayocrepresenta a una figura hierática, imponente, vestido con un traje rojo, tan representativo de los Andes. Su autoridad es evidente. Pintar y exhibir un personaje así en los años 20 del siglo XX, con el racismo de nuestro país que se veía como blanco, era todo un mensaje político.
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